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Proyecto escultórico para un sueño. Ibéricos 2001. Forum de Maia, Oporto, Portugal y León, España.

La evasión transitoria de la realidad puede ser un buen remedio para calmar la ansiedad provocada por los problemas que nos acosan. Es lo que propone Virginia Calvo en una instalación cuyos elementos básicos son los dibujos y los textos.

”Alicia en el país de las maravillas”, uno de los cuentos más emblemáticos de este género literario, le sirve de argumento: reproduciendo su capítulo inicial en una inmensa lona, elaborando múltiples dibujos silueteados de animales y plantas fantásticos, induciendo a la participación del espectador mediante la aportación de algún pequeño relato fabulado o soñado. Las paredes plagadas de seres imaginarios, también suspendidos del techo, configuran un espacio altamente escenográfico, cuya artificialidad, bien apuntalada por una iluminación diversa que multiplica las siluetas en sombras, se adecua a la perfección al carácter irreal de la propuesta. Una escenografía en la que penetramos, atravesando de un lado a otro como si se tratase de una caja escénica y en la que no falta un pequeño mueble –una mesa con su correspondiente silla- para que actuemos de improvisados actores, de ejecutantes de un placentero libreto maquinado por la artista.

Virginia Calvo construye de este modo un verdadero ambiente plástico-sonoro de carácter imaginario, formaliza un sueño. Y lo hace no sólo a partir de este texto de Lewis Carrol si no también de su propia experiencia personal, porque este mundo fabuloso forma parte del universo de la infancia que la artista ha revivido a través de su hijas. En el mundo infantil los sueños, las fábulas, forman parte de la realidad misma, son una parte substancial e indisociable de aquella. Pero para los adultos la inmersión en un ámbito tan alejado es algo casi inverosímil. Virginia Calvo lo logra con la intermediación de quienes lo viven con naturalidad, invitándonos en esta instalación a sumergirnos durante unos minutos en ese imaginario que casi todos perdemos cuando la evidencia de lo real comienza a azotar nuestros rostros (y nuestra conciencia).

 Javier Hernando Carrasco

 

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