Coser la vida. Sala Provincia del Instituto Leonés de Cultura de la Diputación de León, 2022
Cuaderno de primavera 2022.
Guardo cosas, no todo, pero sí muchas cosas; algunas son muy bonitas. La ropa que heredo de mi madre; los rizos de mi hija ante las miradas perplejas de las peluqueras; los restos sobrantes de cualquier trabajo de Raquel o mío; todo tipo de cintas, lanas e hilos; los apuntes ilegibles de Laura; alfileres e imperdibles de varias formas y tamaños; los vestidos de mis hijas; palabras de periódicos y revistas; botones; etiquetas de la ropa que dicen cómo deben ser tratadas; todo tipo de papeles y telas; sus pañuelos; tus corbatas; mi ropa interior; trozos de tela… Cuando mi madre me guarda algo de esto, mi padre siempre me pregunta: ¿qué vas a hacer con eso? Y yo siempre le respondo que en ese momento no lo sé, pero que el tiempo me lo dirá. Y lo guardo, lo atesoro. De vez en cuando lo miro todo y recuerdo que lo tengo, recuerdo cómo llegó a mí, a veces sonrío y mi imaginación vuela a solas en las horas del día en que las sombras cobran vida y el silencio es poderoso.
Mis cajas y cajitas duermen cosas en mis estanterías. Cosas que han tenido existencia propia, que están llenas de vida, de experiencias, y muchas de ellas también de cariño. Han disfrutado de otros usos y aplicaciones, están subjetivadas y por ello me siguen contando historias. A veces me piden salir para tener una nueva vida, algunas lo consiguen y yo me dejo llevar, como en mi serie Sosias, que da fe de todo esto que cuento.
Juego a reutilizar lo que ya nadie quiere, lo viejo, lo usado, lo aparentemente inútil… y me gusta coser porque me conecta con mi infancia, con mi madre y con otras mujeres de mi vida rondando en torno a aquellas tardes de confidencias y costura. En parte por eso mi máquina de coser es mi objeto más preciado, de pequeña no me dejaban utilizarla, pero también porque cuando piso su pedal y acelero comienza un viaje que disfruto en su compañía por carreteras de algodón, tules o seda que van germinando al ritmo de la música que escucho. Es una experiencia increíble recordar tantos kilómetros que sobre las telas, a distintas velocidades, hemos recorrido juntas y que ya me hacen perder la cuenta. A veces no nos entendemos y también nos enfadamos, como en todas las relaciones amorosas. Entonces paramos, dejamos de mirarnos, sabemos que debemos darnos un descanso para poder reconducir todo de nuevo y seguir adelante. El amor es así… Nos necesitamos, nos damos sentido, ambas lo sabemos y saberlo nos parece importante. Coser es remendar, es unir, es reparar, es construir, es muchos más y todo eso se nos da bien a las dos.
Coser la vida es una metáfora entre lo que hago y lo que siento, es atender a lo que acontece, lo que me emociona, lo que me conmueve, lo que me preocupa, lo que me pasa, y contarlo en mi trabajo uniendo elementos que se desconocen y que en esa unión vuelven a estar vivos. Coser la vida es también reconocer y reivindicar el trabajo que formaba parte del inventario de obligaciones que tradicionalmente han asumido las mujeres, vinculadas con el hogar y los cuidados de la familia. Coser la vida son muchas tareas interconectadas que nacen de mi modo de ver y estar en el mundo. Vivir es comprometerse con la vida y la vida y lo que vivo en ella es mi inspiración.
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